Hoy queremos hablarte de un periodo fascinante en la historia de la ópera. El tiempo en el que no solo se podía comer en el teatro, sino que, incluso, había un momento determinado para hacerlo, así como un postre típico de este magnífico espectáculo.

Para ello, tenemos que ubicarnos imaginariamente, aunque hoy nos cueste creerlo, en la era de máxima gloria de la Ópera, el siglo XIX. Más específicamente, hablamos del romanticismo italiano, entre 1815 y 1900, etapa en la que desarrollaron su carrera genios del tamaño de Rossini, Donizetti y Bellini. Es decir, días del estreno de El Barbero en Sevilla, El elixir de amor y Norma, y otros grandiosos referentes del repertorio operístico.

Pues bien, cuando las personas asistían a la ópera en esos días, era común que después de la segunda parte, además de las fantásticas voces operísticas, resonaran en los palcos sonidos de degustación, cubiertos, y vendedores . Los postres favoritos del público recibían el nombre genérico de “Sorbetes”. 

Estos fueron los primeros postres helados de la historia; menos cremosos que un helado ordinario y muy parecidos a lo que en estas latitudes mexicanas se conoce como un raspado.  

Parece ser que fueron tan frecuentes, que a las piezas que se cantaban típicamente en ese momento en que se servían se les dio el nombre “Arias de Sorbete”. Recordemos que, en el mundo de la ópera, “aria” se refiere a las “canciones” solistas de las que se componen estos espectáculos. 

Debido a la desfavorable situación en la que se debían cantar, a menudo se trataba de un aria de poca importancia, cantada por personajes secundarios, interpretados por la segunda o tercera dama, cantantes de escasa fama o principiantes que querían una oportunidad de probar suerte. 

En el libro Introduction to opera, Terry Paul nos cuenta que el aria era tan poco importante que ni siquiera era dirigida por el director, sino que se le designaba a un subdirector. 

Contrario a lo que se puede pensar, algunas Arias de sorbete lograron trascender, llegando algunas a ser realmente interesantes y reinterpretadas actualmente. 

ARIAS DE SORBETE CONOCIDAS

Un aria di sorbetto conocida que ha llegado hasta nuestros días es «Argene 'Chi disprezza gli infelici'» perteneciente a Ciro en Babilonia de Rossini. Se cuenta que Rossini la compuso para Anna Savinelli, una “terrible” segunda dama que tuvo dicha ópera. Según la anécdota, esta cantante, tenía tan mala voz, que solo podía cantar en un solo tono, el Si bemol de la octava media, en el que, según Rossini, “no sonaba mal”. Asombrosamente, el aria resultante fue todo un éxito; un ejemplo sorprendente de que un genio puede hacer grandes cosas con pocos recursos.

Otra célebre aria de sorbete es la que canta la sirvienta Berta en el segundo acto del El Barbero de Sevilla, obra del mismo Rossini, conocida como «Il vecchiotto cerca moglie».

Aunque el genio de Rossini logró que algunas auténticas maravillas, la gran mayoría, pasaron desapercibidas. 

Definitivamente, las arias de sorbete son el reflejo de toda una época, de una manera distinta a la nuestra de disfrutar el arte operístico. Ahora, los alimentos están prohibidos en la mayoría de salas de concierto y teatros de ópera, con la intención de generar un ambiente de respeto hacia los artistas y de profunda contemplación por parte de los espectadores. 

¿Qué pensaría un espectador de hace 100 años de nuestra forma de disfrutar del arte del canto lírico? ¿Tú, qué opinas? Cuéntanos en los comentarios y síguenos en nuestras redes sociales.

REFERENCIAS

Ferdinand Hiller, Dwight's Journal of Music, “Chat with Rossini”, 1869-01-30, 386.
Terry Paul, Introduction to opera, (London: Omnibus, 2012), 72.
Richard Osborne, The master musicians: Rossini, Oxford University Press, 2007, 195.
Ferdinand Hiller,  Dwight's Journal of Music, “Chat with Rossini”, 1869-01-30, 386.