Pocas canciones son tan conocidas en todo el mundo como las navideñas y quizá ninguna tanto como “Noche de paz”. Pero, ¿dónde surgió y cuál es su historia?

Su origen nos lleva Salzburgo, Austria, durante la última década de 1700, y empieza con un “inquilino de cama”. Esta era una costumbre que consistía en que personas pobres que querían ganar un dinero extra rentaban el calor de sus camas al levantarse para que alguien más lo aprovechase. Aunque nos parezca extraño, en un país tan frío como Austria, no faltaba quien pagara algunas monedas por este servicio.  

Anna Schoiber fue una de las tantas personas que lo ofrecieron. Tenía 38 años y era muy pobre, por lo que se vio obligada a buscar un ingreso adicional a sus ganancias como costurera. Así pues, rentó el calor de su cama a un soldado llamado Franz Joseph Mohr en algún momento de 1791. 

Podemos adivinar que aquello no dejaba de ser riesgoso, sobre todo para una mujer. El caso es que, no sabemos cómo sucedió, pero de ese intercambio nació un hijo. El padre desertó del ejército y la pobre mujer no lo volvió a ver jamás. Lo único que le dejó al pobre retoño fue el nombre.

Así vino al mundo Joseph Mohr. Ningún futuro parecía prometedor para él en un lugar y un tiempo en que ser un hijo ilegítimo era uno de los peores estigmas sociales. Tanto así, que el único padrino que su madre le pudo conseguir fue el verdugo del pueblo. Su nombre era Franz Joseph Wohlmuth. 

No obstante, hasta en el sitio más frío se puede encontrar algo de calor y algo de luz en el más oscuro. A pesar de todo, el niño tenía estrella. Desde muy temprano lució un talento innato para la música y no faltaron personas de buen corazón que le ayudaron a abrirse camino en la vida. 

De hecho, gracias al apoyo de diversas personas, logró estudiar hasta convertirse en un sacerdote letrado, aceptado por la iglesia y querido por el pueblo. Además, tocaba brillantemente el violín, el órgano, la guitarra y dominaba con virtuosismo el canto. 

Una vez terminado sus estudios, y ordenado sacerdote, fue enviado a servir al remoto pueblito de Mariapfarr. En ese sitio esbozó en 1816 los versos de un bello y sencillo poema sobre la Navidad, que después se convertirá en “Noche de paz”. Para eso, no obstante, faltaban un par de años. 

Mientras tanto, el joven clérigo, que se había ganado el corazón de la gente del pueblo, cayó gravemente enfermo. Esa y algunas desavenencias con los dirigentes de la parroquia donde servía, lograron que fuera enviado a otro pueblo, nombrado Oberndorf. 

Para fortuna del carismático eclesiástico, en Oberndorf encontró un alma afín a la suya y amante de la música como él. Se trata de Xaver Gruber, un reconocido organista y músico con quien pronto entabló una fuerte amistad. 

Los padres del villancico más famoso de la historia se habían reunido: faltaba solo un incidente que detonara el suceso, y así fue. Un día antes de la Navidad de 1818, el órgano de la iglesia, que acompañaba musicalmente tradicionalmente todas las misa de la Natividad, se averió, a causa de los ratones que estropearon el mecanismo interno. Parecía imposible repararlo y que estuviera listo para la celebración. 

Todo apuntaba que, en Oberndorf, esa Nochebuena no habría música. Eso era algo completamente inaceptable para el sacerdote melómano, quien tenía un plan de último momento. Desempolvó las líneas que había escrito en Mariapfarr dos años antes y le pidió a su amigo Xaver que le compusiera una melodía para guitarra. De esta manera, los dos amigos salvaron la celebración. Mohr tocó con su guitarra la melodía compuesta por su amigo y ambos cantaron por primera vez en la historia el hermoso villancico de “Noche de Paz”. 

Después de eso, la vida de ambos amigos siguió, enlazada por la amistad, pero alejada del destino de su creación. No se sabe que Mohr haya compuesto alguna otra canción célebre. Dedicó el resto de su vida a la caridad, apoyando a los más necesitados, por lo que llegó a ser conocido como “el sacerdote de los pobres” y falleció 1848, tan pobre como llegó a la vida. Su amigo Xaver falleció unos años después, en 1863.

Desde aquella noche de 1818, «Noche de paz» quedó archivada en el templo de Oberndorf que, a la sazón, continuaba con su órgano averiado. Razón esta última por la que en 1825 se contrató al constructor de órganos Carl Mauracher para que lo reparara. Mientras trabajaba en ello, el organista encontró el olvidado villancico y debió cautivarlo, tanto que pidió permiso a los  líderes de la iglesia para hacer copias. Reproducciones que seguramente repartió por todos los sitios a donde eran requeridos sus servicios. Lo cierto es que a partir de entonces la bella composición empezó a circular por toda Europa, incluso ante el desconocimiento de sus autores.

De hecho, Xavier Gruber se enteró del creciente interés que estaba despertando su composición hasta 1854, cuando el concertino (algo así como el director de orquesta actual) del rey Frederic William IV de Prusia comenzó la búsqueda de los autores. Ante lo cual el ya viejo compositor envió una misiva declarando los orígenes de la pieza.

Desde entonces, la fama del hermoso villancico crecería cada vez más, adquiriendo un poder absolutamente increíble para regocijar todos los corazones. Quizá ninguna canción en la historia ha logrado, por ejemplo, detener la guerra, aunque sea por un momento. «Noche de paz» logró hacerlo en 1914, durante la Primera Guerra Mundial, cuando ingleses y alemanes abandonaron sus trincheras y se reunieron para cantar los sublimes versos de este himno navideño en lo que se le conoció como “La tregua de Navidad”. 

Cien años después su fama se había extendido, prácticamente, a todo el mundo. En 2011 fue declarado Patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad y hoy en día ha sido traducido a más de 300 idiomas. 

Todo ello, sin lugar a dudas, la ha convertido en la canción navideña más conocida de la historia y del mundo.