Publicación: 11 Oct 2024
Disciplina: Ópera
El cine y la ópera se dieron la mano en el Jardín Botánico de Culiacán. Quédate y te contamos sobre este interesante y poco conocido proyecto que llevará a la gran pantalla una de las joyas de la ópera contemporánea de México, La Hija de Rappaccini, del compositor mexicano Daniel Catán (1949-2010) y cuya historia está basada en la única obra de teatro escrita por Octavio Paz.
Transcurría el año 2021, a finales. Un equipo de grabación profesional se había apoderado del Jardín Botánico de Culiacán, Sinaloa. Cámaras, plataformas, grúas, cables y equipo de iluminación contrastaban con los bellos entornos naturales del sitio. Capitaneaba aquella multitud la destacada directora escénica Lorena Maza, un referente del teatro en México de quien se dice ha dirigido cerca de una centena de obras.
Sin embargo, no era una grabación convencional: en lugar de actores, lo que había era una escuadra de entrenados cantantes líricos, es decir, de ópera, de renombre internacional. Se oían los nombres del tenor Joshua Guerrero, la soprano Andrea Carroll, el barítono Tomás Castellanos, los mezzosopranos Alejandra Gómez e Itzel Jáuregui Valenzuela y la soprano Jessika Arévalo.
La verdad es que no se estaba grabando una película, sino una ópera. En todo caso, un híbrido: una mezcla entre el lenguaje del séptimo arte y el arte total, como llamó Richard Wagner a la ópera. Muy probablemente, es la primera vez que algo así sucedía en Sinaloa.
Para Lorena Maza, jugar con los nexos entre géneros distintos no era algo desconocido. Un año antes había dirigido un interesante híbrido entre el teatro y el cine: El paraíso de la invención de Isabel Coppel, una especie de obra de teatro grabada con los recursos del cine. Pero dirigir la filmación de una ópera era un reto nuevo.
La obra elegida tampoco era cualquiera. El equipo tenía entre sus manos el libreto pautado de la ópera La hija de Rappaccini. Esta, destaca en la historia de la ópera mexicana por ser la ópera prima de Daniel Catán. Su estreno tuvo lugar en 1991 en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México. El libreto fue obra de Juan Tovar, quien adaptó la única obra de teatro que escribió el Nobel de literatura mexicano Octavio Paz, que a su vez se inspiró en un cuento homónimo de Daniel Hawthorne, célebre escritor norteamericano.
La historia que cautivó a Hawthorne, Octavio Paz y Daniel Catán parte de un médico obsesionado con las plantas venenosas quien convierte a su propia hija en una de ellas, una bella flor letal, capaz de causar la muerte de aquello que entra en contacto con su piel. De ahí que resulte fatal el día que un joven médico llega a la ciudad y se enamora de ella perdidamente. Un amor condenado al que seguimos hacia su ineludible desenlace trágico.
Parte importante de la acción transcurre en un jardín fantástico, donde Rappaccini investiga las propiedades de las más exóticas plantas tóxicas. Esa era la razón de la ocupación del Jardín Botánico de Culiacán, Sinaloa, por la tropa de filmación y el elenco. Con sus magníficos escenarios naturales, este precioso lugar se transformó por unos días en el laboratorio natural del Dr. Rappaccini.
Los responsables de aquel artístico destacamento fueron La Ópera de San Diego, quien dio a conocer al público norteamericano en 1993 la obra en cuestión, y la Sociedad Artística Sinaloense. Esto, producto de la alianza de colaboración que firmaron en 2019 con la intención de reforzar el vínculo entre la ópera mexicana y norteamericana.
Al finalizar, los esfuerzos de ambas compañías, el equipo de filmación y el elenco dieron como resultado una interesante adaptación de La hija de Rappaccini gracias a la cual el público podrá disfrutar de esta ópera como si fuera una película las veces que lo desee, contrario a los espectáculos en vivo.
Con esta colaboración sin precedentes, el cine y la ópera se entrelazaron en una fusión creativa que no solo realza el valor artístico de La hija de Rappaccini, sino que también pone en alto el talento mexicano en escenarios internacionales. Este proyecto no solo es un homenaje a la obra de Daniel Catán y Octavio Paz, sino también un testimonio del potencial de la innovación cultural en México. La filmación en el Jardín Botánico de Culiacán deja una huella indeleble, mostrando que la ópera puede trascender sus formas tradicionales para llegar a nuevas audiencias a través del cine.
La película aún no ha sido estrenada. Ciertamente, su lugar no son las grandes salas de cine comerciales, pero sí los festivales, las muestras, los cineclubs y las proyecciones entre amigos. Vale la pena estar pendientes de atestiguar el resultado de este experimento que conjuga: música, cine, naturaleza… desde Culiacán para el mundo.